El metabolismo de la tierra y los cambios climáticos
Un sistema bio-geo-físico-químico autorregulado 


José Ramón Hernández Balanzar 

Instituto de Ciencias Nucleares, Universidad Nacional Autónoma de México 



Manuel René Garduño López 

Centro de Ciencias de la Atmósfera, Universidad Nacional Autónoma de México 


“La naturaleza está constituida de tal manera que es experimentalmente imposible
determinar sus movimientos  absolutos” 

Albert Einstein 

El metabolismo natural del planeta 

Desde la formación de la Tierra, las diferentes formas de vida han prosperado durante casi 4600 millones de años. El planeta ha sufrido innumerables cambios naturales de tipo biológico, físico y químico. El planeta giraba más deprisa: los días y las noches eran más cortos. La superficie, entre sólida y viscosa, burbujeante e incandescente, estaba plagada de cráteres y de chimeneas volcánicas de las que emanaban desde el interior de la Tierra sustancias volátiles. Algunos de los gases arrojados, como el hidrógeno, demasiado ligeros, se escapaban para siempre al espacio exterior; otros, como el amoniaco, eran descompuestos por la radiación solar. La composición de la atmósfera y los procesos físicos y químicos que regulan el comportamiento atmosférico han variado a lo largo del tiempo desde el momento en que se formó el planeta. (Uriarte, 2003). 

El sistema climático y los ciclos bio-geo-fisico-químicos están relacionados entre sí, así como los forzamientos al sistema. El sistema climático natural está integrado principalmente por tres elementos que se interrelacionan, como son: la atmósfera, el océano y el continente (o la tierra emergida). Esa relación está dada por la dinámica y la física atmosférica, la dinámica oceánica, el balance o intercambio de energía, y así como por el ciclo hidrológico. Igualmente los ciclos bio-geo-químicos integran tres subsistemas: la biogeoquímica marina, los ecosistemas terrestres y la química atmosférica. Los procesos biológicos, químicos y físicos que suceden en la Tierra afectan al sistema climático. Estos sistemas naturales han estado sometidos a importantes procesos de cambio y transformación desde la formación de la Tierra, pero han sufrido una aceleración y en algunos casos un cambio de dirección en los últimos doscientos años debido a la intervención humana. 

La biogeoquímica enfatiza las interacciones de las entidades biológicas con su ambiente. Los organismos están adaptados a márgenes más o menos estrechos de las condiciones bioquímicas. La mayoría de cambios realizados por el hombre en los patrones de flujo de materia o energía cambian esos sistemas naturales y pueden causar la extinción de las especies o de los hábitats. La intervención humana en los ciclos biogeoquímicos tiene lugar por la explotación de recursos (remoción de materiales) o por la contaminación (adición de materiales). Cambios pequeños en el flujo de algunos gases y materiales pueden tener efectos dramáticos sobre el ambiente natural, si se incrementan por el efecto cascada. Un ejemplo es el daño potencial de un incremento en el dióxido de carbono atmosférico para las formas de vida y hábitats como consecuencia del calentamiento global con los efectos mediados por los procesos hidrológicos y bioquímicos. Otros ejemplos a considerar a escala global son la producción de alimento terrestre o acuático y su dependencia del clima, la disponibilidad de nutrientes y la presencia de agentes tóxicos; la liberación de ácido sulfúrico y sus efectos sobre los sistemas terrestres y acuáticos; la liberación de gases de efecto invernadero, la radiación climática y la dispersión de químicos sintéticos tales como pesticidas en la biosfera. El entendimiento de los ciclos biogeoquímicos naturales puede ayudar a minimizar el impacto humano sobre dichos sistemas naturales. 

El ciclo hidrológico desempeña un papel fundamental en el funcionamiento tanto del sistema climático como del conjunto de mecanismos bio-geo-físico-químicos. El agua en sus tres estados físicos se encuentra en la atmósfera, el océano o el continente. Por ende, es fundamental ya que por sí misma está dentro de los ciclos bio-geo-físico-químico. Este ciclo involucra el movimiento del agua en sus tres estados (hielo, líquida o vapor) y es el agente movilizador de otros elementos. Es uno de los principales determinantes dinámicos del clima planetario, permite el intercambio de grandes cantidades de energía y opera en un amplio rango de escalas temporales y espaciales. 

Por otro lado, cada organismo sobre la Tierra necesita del carbono ya sea para su estructura, su energía, o en el caso de los humanos, para ambos. Descontando el agua, somos mitad carbón. Es por ello, que el ciclo global carbónico es uno de los ciclos biogeoquímicos más importantes, puede ser dividido en componentes geológicos, biológicos y químicos. El ciclo carbónico geológico funciona en una escala temporal de millones de años, mientras que el ciclo carbónico biológico y químico funciona en una escala temporal de días a miles de años. 

El ciclo geológico del carbónico 

Desde la formación de la Tierra, las fuerzas geológicas han actuado paulatinamente sobre el ciclo global carbónico. En períodos de larga duración, el ácido carbónico (un ácido débil formado por reacciones entre el CO2 atmosférico y el agua) se combina poco a poco con minerales en la superficie continental. Estas reacciones forman los carbonatos  a través de un proceso llamado desgaste. Luego, a través de la erosión, los carbonatos desembocan en el océano donde terminan asentándose en el fondo. 

Este ciclo continúa cuando el fondo del mar empuja por debajo de los márgenes continentales mediante un proceso de subducción. A medida que el carbono del fondo del mar sigue siendo empujado por las fuerzas tectónicas, se calienta, eventualmente se derrite, y puede volver a la superficie donde se transforma en CO2. De esta manera retorna a la atmósfera. Este retorno a la atmósfera puede ocurrir violentamente a través de erupciones volcánicas, o de manera más gradual, en filtraciones, respiraderos de CO2. El levantamiento tectónico también puede exponer caliza enterrada antiguamente. Un ejemplo de esto ocurre en los Himalayas, donde algunos de los picos más altos del mundo están formados de material que una vez estuvo en el fondo del océano. El desgaste, la subducción y el vulcanismo controlan las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a través de períodos de tiempo de cientos de millones de años. 

El ciclo bioquímico del carbono 

La biología tiene un papel importante que nos permite entender el movimiento del carbono entre el continente, el océano y la atmósfera, a través del proceso de fotosíntesis y respiración. Virtualmente toda la vida multicelular en la Tierra depende de la producción de azúcares por las plantas a partir de la luz solar y del CO2 mediante el proceso de la fotosíntesis; y también del desgaste metabólico de esos azúcares por los animales (incluyendo al ser humano) mediante el proceso de la respiración para producir la energía necesaria para poder moverse, crecer y reproducirse. Durante el día las plantas toman el CO2 de la atmósfera durante la fotosíntesis, los animales liberan el CO2 a la naturaleza durante la respiración a través de las siguientes reacciones químicas: 

Fotosíntesis: 

Respiración: 

A través de la fotosíntesis, las plantas verdes usan la energía solar para convertir el CO2 atmosférico en carbohidratos, también llamados azúcares (C6H12O6). Los animales absorben estos carbohidratos y otros productos derivados de estos a través de la alimentación. En otras palabras, la respiración es el proceso inverso de la fotosíntesis, ya que libera la energía contenida en los azúcares para uso del metabolismo y cambia el “combustible” que es el C6H12O6 transformado en CO2, y éste a su vez, retorna a la atmósfera. Cada año, la cantidad de carbón tomada por la fotosíntesis y retornada a la atmósfera por la respiración es aproximadamente 1,000 veces mayor que la cantidad de carbón que se mueve a través del ciclo geológico del carbono. 

En la superficie terrestre y los océanos, el mayor intercambio de carbono con la atmósfera resulta de la fotosíntesis y de la respiración. La fotosíntesis cesa en la noche cuando el sol no puede proveer la energía para que se active la reacción. Sin embargo, la respiración de los animales continúa. Esta diferencia entre ambos procesos se refleja en los cambios de las concentraciones atmosféricas estaciónales del CO2. Durante el invierno, la fotosíntesis cesa cuando muchas de las plantas pierden sus hojas, pero la respiración de los animales nunca cesa. Esta condición lleva a un aumento en las concentraciones atmosféricas del CO2 durante le invierno. Sin embargo, con la llegada de la primavera, la fotosíntesis se reanuda y las concentraciones atmosféricas del CO2 se reducen. 

Los océanos desempeñan un papel fundamental en el ciclo del carbono, puesto que contienen el mayor porcentaje de nutrientes y se considera que absorben un alto porcentaje de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Los gases presentes en la troposfera y que se ubican sobre los primeros 15 km de la atmósfera, son componentes claves de los ciclos bio-geo-físico-químicos y tienen un papel importante en el balance radiativo solar y terrestre. Los procesos de producción fotoquímica de ozono que se desarrollan en la estratosfera (de los 15 a los 50 km de la atmósfera) son importantes en la distribución y circulación de la energía térmica interna, y en la absorción de radiación UV solar, lo cual sirve como protección de los organismos vivos de radiaciones peligrosas. 

Por otro lado, la actividad de la biosfera en el continente acelera la movilización de elementos como fósforo (P), silicio (Si) y fierro (Fe). Estos elementos eventualmente llegan al océano a través de los ríos, las superficies costeras y la infiltración y escorrentía de las aguas subterráneas hacía el océano. En miles de años estos nutrientes entran en la circulación oceánica estimulando la producción y el alimento de los diversos organismos marinos (Steffen, 2000). 

Comportamiento planetario autorregulado 

Como ya dijimos, los elementos que componen el sistema climático del planeta interactúan entre sí, de modo que el resultado neto es un permanente intercambio autorregulado entre ellos (figura 1). La autorregulación del clima y la composición química del sistema atmósfera-océano-continente son las propiedades emergentes del comportamiento planetario que sólo se dan en el acoplamiento de las partes en un todo. La evolución del sistema se caracteriza por largos periodos de equilibrio con cambios lentos y cambios bruscos que lo mueven a nuevos estados de equilibrio. Existen modelos que explican la autorregulación simultánea del clima. Estos modelos hacen predicciones que pueden ser probadas por observación. Una de ellas es que la vida en un planeta no puede progresar si es aislada; los organismos deben ser lo suficientemente abundantes para afectar y ser regulados por la evolución geoquímica del planeta (Uriarte, 2003). 

El sistema terrestre incluye varios procesos que refuerzan o amortiguan las fluctuaciones y los cambios del clima, se les llama mecanismos retroalimentadores y se denominan positivos si su efecto es el de amplificar y negativos si es atenuar. Estos mecanismos se deben principalmente a la criosfera, a las nubes (gotitas de agua suspendidas en la atmósfera) y al vapor de agua; el signo del segundo es incierto y los otros dos son positivos. Como puede verse, los tres resultan del agua en sus diversas fases:

Gráfico1

sólida, líquida y gaseosa. La criosfera es blanca y brillosa, sobre todo cuando la nieve y el hielo están nuevos; o sea que su albedo es alto (cercano a 100%). Por lo tanto, absorbe escasamente la radiación incidente y casi no se calienta. Además, el frío produce hielo y nieve, entonces la criosfera crece; en consecuencia, el albedo superficial aumenta, pues el continente y sobre todo el océano, desprovistos de hielo y nieve, tienen un albedo pequeño. De manera que donde antes se absorbía mucha radiación del Sol, ahora ya no, y se presenta una merma de calor; tenemos entonces que una disminución de temperatura ocasiona un enfriamiento adicional por expansión de la criosfera. O sea que frío genera frío (Garduño, 1998). 

El hecho de que la Tierra se comporte como un sistema interconectado y autorregulado se puso en evidencia precisamente en 1999 cuando se publicó el registro de temperatura, CO2 y CH4 de los últimos 420 mil años del núcleo de hielo de Vostok (gráfica 3). Estos datos proveen un contexto temporal muy poderoso y una evidencia visual dramática de un sistema planetario integrado. Presenta un nuevo espectro de conceptos sobre el sistema climático. Con este argumento se puede probar que la Tierra es un sistema con propiedades y comportamientos acoplados que son propios de un sistema dinámico complejo. 

Este comportamiento sistémico de la Tierra se debe a la combinación de forzamientos externos (principalmente variaciones en los niveles de radiación solar que llegan a la superficie del planeta) y el conjunto de múltiples retroalimentadores y forzadores en el ambiente terrestre. Por ejemplo, los glaciares crean su propio clima; es decir, hay hielo porque hace frío, pero lo inverso es igualmente cierto: hace frío porque hay hielo. Es más exacto decir: “en los polos hace frío porque hay casquetes”, que “hay casquetes porque hace frío”. En efecto, los casquetes polares son un remanente de las glaciaciones ocurridas en el Pleistoceno (la última hace 18 mil años); Podriamos pensar que si se descongelaran los polos o (más bien dicho) si por medios artificiales los casquetes fueran derretidos, éstos no se volverían a formar, desaparecerían para siempre (hasta que hubiera una nueva glaciación). Por lo tanto, la destrucción de un glaciar seria muy probablemente irreversible; después sólo se formarían mantos temporales de hielo y nieve en invierno; esto no ha sucedido en los casquetes polares, pero sí en los glaciares situados en las montañas (Garduño, 1998). 

Otro ejemplo de un retroalimentador y un forzamiento dentro del planeta son: las variaciones del vapor de agua contenido en la atmósfera como retroalimentador, y las variaciones de las concentraciones de los GEI, principalmente por las emisiones de CO2 ligadas con las actividades humanas es un ejemplo de forzamiento. 

Las regularidades en los últimos 420 mil años 

Durante varios siglos previos a la industrialización, el CO2 tuvo una concentración casi constante en la atmósfera, con 280 partes por millón en volumen (ppmv), y a esta cantidad se le llama, en consecuencia, nivel preindustrial. A partir de mediados del siglo XIX, esta concentración ha aumentado, alcanzando en 2005 las 381 ppmv, según el registro del Observatorio de Mauna Loa en Hawaii. Con los gases traza pasa algo parecido. El comportamiento radiacional de los gases de efecto invernadero se calcula con la teoría cuántica y se observa experimentalmente en el laboratorio, pero también lo demuestra la historia del clima (Voituriez, 1994). 

El análisis de la temperatura y los gases que quedaron atrapados en las burbujas de aire en el núcleo de hielo de Vostok, revela un patrón rítmico de “metabolismo”, algo así como una respiración planetaria en donde se observan cuatro ciclos climáticos a lo largo de 420 mil años. Se puede ver una relativamente rápida transición del estado glacial al interglacial y una gradual transición del interglacial al glacial, lo que sugiere que la razón de absorción y emisión de CO2 de los ecosistemas marinos y terrestres es asimétrica, esto es que no absorben y emiten a la misma velocidad (Steffen W, 2000). 

En la figura 2 se observan las curvas de CO2, temperatura, CH4, _VP_EQN_2.GIFO atmosférico (de aquí en adelante _VP_EQN_2.GIFOatm) y la insolación (calculada por Berger, 1978) a los 65°N para la mitad de junio. Se observa que el CO2, la temperatura y el CH4 tienen un comportamiento muy similar dentro de cuatro ciclos climáticos , los cuales tienen un máximo que dura un breve periodo, el cual es conocido como interglacial, seguido por una disminución oscilante en las tres variables, hasta llegar a una relativa estabilidad alrededor de los valores inferiores con un largo periodo de duración, al cual se denomina glacial; después de esto se observa una súbita elevación de los valores que da inicio a un nuevo periodo interglacial (Petit et al,. 1999). En esa misma figura, se observa también un claro paralelismo entre estas tres variables: suben y bajan juntas (IPCC, 2001; Steffen, 2000). No obstante, la situación actual rompe esta secuencia; en el pasado, los tres registros han tenido cuatro oscilaciones, con periodo de unos cien mil años, y oscilan dentro de los mismos límites superior e inferior. Este comportamiento representa un sistema bio-geo-físico-químico complejo y autocontrolado, es el metabolismo natural de la biosfera terrestre, del cual el efecto invernadero es sólo un componente. 

La sincronía observada entre la temperatura y los principales GEI es notoria en el intervalo geológico mostrado en la figura 2; en periodos menores no es tan clara, pues otros fenómenos de plazos cortos perturban la señal de temperatura; entre ellos destacan oscilaciones naturales internas del sistema climático como el Niño y la Niña: el primero eleva la temperatura a escala planetaria, y la segunda la reduce (Voituriez 1994). Otro factor importante de la variabilidad interanual del clima son las erupciones volcánicas, que inyectan hasta la estratosfera aerosoles que quedan suspendidos por años y enfrían el clima planetario (Voituriez, 1994). El Niño tiene cierta periodicidad de recurrencia; en cambio, el vulcanismo es más bien azaroso en su manifestación, y la magnitud de ambos es muy variable. Hay un aerosol artificial, el sulfato, producido también por la industria, que aumenta sistemáticamente y atenúa el calentamiento debido al efecto invernadero por la radiación entrante. Por todos estos elementos, adicionales al efecto invernadero, que afectan al clima,

Gráfico2

los registros históricos de CO2 (emitido antropógenamente) y de la temperatura a partir de mediados del siglo XIX no van paralelos, aunque sí hay un incremento claro de ésta, como de 0.6ºC (IPCC, 2001). 

La gran semejanza entre el comportamiento del CO2, el CH4, y la temperatura en el barreno de Vostok lleva a considerar a estos dos GEI como causa y también efecto de la variación de la temperatura, como se explica a continuación. 

Primero, la variación de los GEI como causa y de la temperatura como efecto, prueba que los GEI se comportan como cuerpos casi transparentes ante la radiación de onda corta, lo que permite que la radiación solar, emitida en este rango de longitud de onda, pueda viajar a través de la atmósfera casi sin obstáculo hasta llegar a la superficie del planeta y calentarla, aunque también parte de esta se refleja. Sin embargo, la radiación que emite la Tierra es de onda larga y los GEI son parcialmente opacos a tales longitudes de onda, por lo que no permiten que toda la energía que emite el planeta se fugue al espacio, sino que una fracción de ésta sea absorbida y reemitida hacia la superficie calentándola aún más. Esto implica que la temperatura superficial del planeta sea mayor de lo que sería si no hubiera GEI en la atmósfera, ya que estos gases absorben la radiación, y por lo tanto la temperatura media del planeta sería 33°C menor de lo que es ahora. 

Segundo, la variación de la temperatura como causa y la de los GEI como efecto, prueba que un descenso de la temperatura genera una disminución en la producción de CO2 y CH4, debido a que la actividad biológica de los seres vivos se reduce (aunque unos seres vivos producen y otros consumen estos gases, la concentración neta de los mismos es menor); y también porque una disminución en la temperatura ocasiona que el océano pueda almacenar una cantidad mayor CO2, ya que este es más soluble en el agua fría. 

Aunque la insolación no se obtuvo del análisis del barreno glacial de Vostok, es presentada en la figura 2 debido a que se considera que la insolación actúa como un detonador en los cambios glaciares-interglaciares. La energía emitida por el Sol casi no varía, por eso se denomina constante solar. Siendo tan pequeñas estas variaciones, los instrumentos antiguos eran incapaces de detectarlas; pero las medidas modernas han demostrado que tal “constante” en realidad cambia. Coexisten varios ciclos sobrepuestos de características físicas que juntas constituyen la actividad solar; entre estas propiedades del Sol hay algunos vínculos claros y otros inciertos. Además, la actividad solar y el clima terrestre insinúan correlaciones que pueden ser sólo coincidencias, pues su base física es precaria (Petit et al, 1999). 

Sin embargo, las evaluaciones basadas en los principios de la física, y de los modelos climáticos indican que es improbable que el forzamiento natural pueda por sí solo explicar los diferentes cambios pasados observados en las temperaturas de la atmósfera. 

Referencias 

Garduño R, 1998. El veleidoso clima. La Ciencia Para Todos, No. 127. FCE-SEP-CONACYT. México. ISBN 968-16-5696-2 

IPCC, 2001. Houghton J. T., Y. Ding, D. J. Griggs, M. Noguer, P. J. Van der Linden, X. Dai, K. Maskell, C. A. Johnson (eds)., 2001. Climate Change 2001: The Scientific Basis. Contribution of Working Group I to the Third Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change, Great Britain and New York: Cambridge University Press. 

Petit J.R., Jouzel J., Raynaud D., Barkov N.I., Barnola J.M., Basile I., M. del Doblador, Chappellaz J., Davis J. Delaygue G., Delmotte M. Kotlyakov V.M., M. de Legrand, Lipenkov V.M., Lorius C., Pépin L., Ritz C., E. de Saltzman and M. de Stievenard., 1999. Climate and atmospheric history of the past 420,000 years from the Vostok ice core, Antartica, Nature 399, 429-436. 

Steffen W, 2000. An Integrated Approach to Understading Earth´s Metabolism. IGBP Newsletter. 41, 9-16. 

Uriarte A, 2003. Historia del Clima de la Tierra. Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco. ISBN 84-457-2079-1. 

Voituriez B, 1994. La atmósfera y el clima. Colección Conocer la Ciencia. RBA Editores, S.A. Barcelona. ISBN 84-473-0297-0.