TEORIA GAIA
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En 1969, el investigador británico James Lovelock lanzó al mundo científico una desconcertante hipótesis: La tierra es un ser vivo creador de su propio hábitat.
A esta teoría la llamaron “Gaia” en honor a la diosa de la tierra
como se le conocía en la mitología griega.
La idea de considerar a la Tierra como un ser viviente es arriesgada, pero no descabellada; sin embargo, cuando en 1969 Lovelock presentó oficialmente su hipótesis “Gaia” en el marco de unas jornadas científicas, celebradas en Princeton, Estados Unidos, no encontró ningún eco entre la comunidad científica. Para la gran mayoría, Gaia no era mas que un interesante ejercicio de imaginación. Quien iba a creerse que nuestro planeta sea una especie de superorganismo en el que, a través de procesos fisicoquímicos, toda la materia viva interactua para mantener unas condiciones de vida ideales.
La hipótesis Gaia no
solo contradecía la mayor parte de los postulados científicos precedentes y
ponía patas arriba los modelos teóricos sostenidos como válidos. Suponía
sobretodo poner en tela de juicio la intocable y sacrosanta teoría de la
evolución de Darwin: a lo largo de la historia la vida se ha ido adecuando a
las condiciones del entorno fisicoquímico. Lovelock proclamaba justamente lo
contrario: la biósfera es la encargada de generar, mantener y regular sus
propias condiciones medioambientales, en otras palabras la vida no esta
influenciada por el entorno, es ella misma la que ejerce un influjo sobre el
mundo de lo inorgánico, de forma que se produce una coevolución entre lo biológico
y lo inerte.
La teoría Gaia,
simplemente cayó en saco roto y luego en el olvido, hasta que en fechas
recientes algunos investigadores han comenzado a desempolvarla y revisar la
validez de sus postulados.
¿Qué podemos
imaginarnos tras ese excéntrico supuesto bautizado como teoría Gaia?
¿Cómo explicar las
bases en la que estaba fundamentada?
Sus bases, simplemente,
se explicaban con interrogantes sobre la supervivencia, equilibrio y
autorregulación del planeta mismo.
¿Por qué la delgada
atmósfera del planeta no escapa al espacio?
Nuestra transparente
envoltura de aire, comparada con las atmósferas que cubre a los planetas
vecinos es contrastante ya que los otros planetas están compuestos por casi
exclusivamente por dióxido de carbono y porcentaje mínimo de nitrógeno. Por
el contrario en la Tierra la atmósfera está compuesta por nitrógeno en un 79
%, oxigeno en un 21 % y apenas el 0.03 % de dióxido de carbono.
En 1971, Lovelock
detecto que las algas costeras, liberan a la atmósfera el dimetil sulfuro
(DMS), y se comprobó que este gas estimula la formación de núcleos de
condensación para el vapor de agua, lo que a su vez eleva la concentración
nubosa, que lógicamente oscurecen la superficie permitiendo que desciendan las
temperaturas. Pero, del mismo modo que el calor hace crecer y multiplicarse las
algas en los océanos, el frío dificulta su proliferación , por lo que
disminuye la producción de dimetil sulfuro, se forman menos nubes y comienza
una nueva escalada térmica.
¿Por qué el pH
(potencial de hidrógeno o grado de acidez o alcalinidad) se mantiene neutro en
la atmósfera?
El grado de acidez del
aire, el agua y la tierra se mantienen siempre alrededor de un valor neutro (pH
8); el óptimo para la vida a pesar de que la gran cantidad de ácidos
producidos por la oxidación en la atmósfera de los óxidos nitrosos y
sulfurosos liberados por la descomposición de la materia orgánica deberían
haber hecho aumentar la acidez terrestre hasta un pH 3 comparable al vinagre.
Sin embargo la naturaleza dispone de un neutralizador biológico para que esto
no suceda, la biosfera se encarga de fabricar, por medio de los procesos metabólicos
de los seres vivos, alrededor de mil megatoneladas anuales de amoniaco (una
substancia muy alcalina) que resulta ser la cantidad necesaria para anular la
acumulación excesiva de los agresivos ácidos.
¿Cómo es posible que
el nivel salino medio no supere el 3.4 % cuando la cantidad de sales que lluvias
y ríos arrastran hacia los océanos desde hace 80 millones de años, es idéntica
a toda la actualmente contenida en ellos?
De haber continuado este
proceso, el agua de los océanos, completamente saturada de sal habría llegado
a ser mortífera para cualquier forma de vida. ¿Por qué entonces los mares no
son más salados?
También en el
permanente estado de equilibrio de un componente tan importante como el oxígeno
podemos entrever la intervención reguladora de Gaia. La proporción del 21 % es
la dosis optima para la vida en el planeta. Bastaría tan solo un aumento del 4
% en el nivel atmosférico actual para poner al mundo en grave peligro, porque
al 25 % incluso el detritus húmedo del suelo de la selva tropical ardería como
una tea al caer un solo relámpago.
Estos solo han sido
algunos ejemplos de autorregulación que según Lovelock se vale la biosfera
para hacer de este planeta un mundo confortable y parece que funcionan a pesar
de las grandes catástrofes que ha sufrido la Tierra a lo largo de las eras y de
las bofetadas que en la actualidad recibe con la destrucción de la capa de
ozono, la lluvia ácida, el efecto invernadero, etc.
¿Significa que la biósfera
también será capaz de salir indemne e la catástrofe medioambiental que desde
el inicio de la revolución industrial está provocando el hombre?
El planeta ha necesitado
millones de años para convertir un infierno de fuego y cenizas en un paraíso
de océanos, montañas y oxígeno, y ahora Gaia tiene que sufrir de sus propios
hijos el infierno y de sus hijos preferidos los hombres.
Para el creador de la
hipótesis Gaia, la verdadera amenaza consiste en alterar drásticamente
aquellas regiones donde residen los circuitos primarios del control planetario:
el cinturón de selvas tropicales y las plataformas continentales.
Nuestro planeta está en peligro de muerte.